La emergencia que estas cifras de ausentismo escolar deben alentarnos a revertir el problema con buenas políticas, como las enunciadas por el Ministerio de Educación. Sin embargo, no pueden distraernos del problema más profundo sobre el sentido que tiene la educación escolar para niños/as y jóvenes y para sus madres, padres y apoderados.
Una de las variables que explica el que niños, niñas y jóvenes interrumpan sus trayectorias educativas es el ausentismo escolar. Ausentarse por más de un 10% de los días de clases en un año académico atenta contra el aprendizaje. Esta práctica es un abandono progresivo, que unida a otros factores como el nivel socioeconómico, una cultura de bajas expectativas, el consumo de drogas y alcohol y la maternidad y paternidad adolescente, puede hacer que niños, niñas y jóvenes fácilmente abandonen de manera definitiva la escuela.
El Plan de Promoción de Asistencia y Permanencia en el sistema educativo, promovido por el Ministerio de Educación la semana pasada, es una noticia que debiera comprometer a la sociedad entera. Si bien la recuperación de la presencialidad al ciento por ciento, luego de dos años de pandemia, es una responsabilidad de la comunidad educativa, esta lo es también de la sociedad en su conjunto. Según el Banco Mundial, Chile fue uno de los países que mantuvo sus escuelas cerradas por más tiempo en América Latina (número 10 de 47 países), región que a su vez fue la segunda en el mundo en mantener cerrados sus establecimientos educacionales después del sur de Asia. Como resultado, la proyección es que Chile, en conjunto, pierde alrededor de un año y medio en logros de aprendizaje de sus estudiantes.
El ausentismo está siendo crítico este primer semestre de 2022. Un estudio del Centro de Estudios del Mineduc muestra que la inasistencia se ha duplicado en 2022 respecto a la de un año normal. El 39% de la matrícula total asiste menos de un 85% a clases, lo que se considera inasistencia grave, y casi 150 mil estudiantes han asistido a menos de la mitad de sus clases en lo que va del año. En el caso de los niveles menores (prekínder y kínder) han sido un 64% de estos/as estudiantes quienes se han ausentado en niveles graves (menos de 85% de asistencia). En la enseñanza básica, 4 de cada 10 niños y niñas y 3 de cada 10 estudiantes de enseñanza media ha ido a la escuela 85% de los días o menos.
Estos datos son alarmantes. Tal vez uno de los más críticos es que sabemos que el paso de la enseñanza básica a la enseñanza media es una transición crítica, en la cual las posibilidades de abandono aumentan y la pérdida de los aprendizajes no puede seguir aumentando, especialmente a los niños/as y jóvenes más pobres.
Celebramos que el Ministerio de Educación provea de información y orientaciones a sostenedores y equipos directivos para favorecer estrategias de revinculación. También responsabilizar a la comunidad educativa y a toda la sociedad desplegando una campaña comunicacional es un paso importante. Promover la instalación de mesas provinciales con sostenedores para abordar el ausentismo, extender el sistema de alerta temprana a la educación de personas jóvenes y adultas, y levantar un sistema de tutorías personalizadas para jóvenes con mayor rezago, son también buenas noticias.
Creemos que la emergencia que estas cifras de ausentismo escolar deben alentarnos a revertir el problema con buenas políticas, como las enunciadas por el Ministerio de Educación. Sin embargo, no pueden distraernos del problema más profundo sobre el sentido que tiene la educación escolar para niños/as y jóvenes y para sus madres, padres y apoderados.
Sostener trayectorias educativas positivas depende también de mostrar el para qué de la escuela para que ésta haga sentido, y desde ahí tener de nuevo a nuestros/as estudiantes en las aulas. Hoy nos movilizamos por animar a volver a una escuela y una sala de clases que mostraba ya signos de agotamiento antes de la pandemia del Covid-19. Es un imperativo pensar esa escuela a la luz de los nuevos tiempos. Esa reflexión no puede ser dejada a un lado.
Cristóbal Madero y Macarena Hernández
Cristóbal Madero es académico de la Universidad Alberto Hurtado. Macarena Hernández es investigadora de la Universidad Católica de Chile. Ambos son parte de la Secretaría Ejecutiva del Observatorio de Trayectorias Educativas.