COLUMNA DE OPINIÓN

Por José Saúl Bravo (Eduinclusiva), Patricio Rodríguez (CIAE IE) y Claudia Morales (Fundación Súmate), investigadores del Observatorio por las Trayectorias Educativas de Chile.

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28.06.23

La crisis sanitaria por COVID-19 interrumpió las trayectorias educativas de niños, niñas y jóvenes en Chile y en todo el mundo. La pandemia potenció negativamente un escenario nacional que ya era adverso en el ámbito de la educación, que se caracterizó por un incremento en el rezago escolar.

Los resultados SIMCE 2022 confirman la existencia de un contexto desafiante para recuperar los aprendizajes de los y las estudiantes que no solamente responde a las consecuencias de la pandemia, sino que también a los desafíos crónicos de un sistema que no ha tenido mejoras en una década.

Para nosotros, como Observatorio por las Trayectorias Educativas, es evidente que se necesitan con urgencia respuestas efectivas y pertinentes para enfrentar este desafío. Esto, nos permitirá avanzar en el desarrollo de nuevas propuestas que posibiliten abordar la arquitectura, funcionamiento y organización del sistema desde la base, generando mejores condiciones para el acompañamiento de las trayectorias educativas de nuestros niños, niñas y jóvenes.

A pesar de estas necesidades, también tuvimos buenas noticias a partir de los resultados SIMCE 2022. Entre otras, los puntajes de lectura no tuvieron variaciones significativas; no se incrementó la brecha entre estudiantes de distinto nivel socioeconómico; y se observó una mejora en establecimientos evaluados en categoría de desempeño insuficiente. En esto jugaron un papel relevante los esfuerzos de todas las comunidades educativas, los que estuvieron dirigidos a que todos los y las estudiantes lograran acceder, aprender y participar en el currículum escolar durante la pandemia, lo que evitó aumentar las brechas ya existentes.

No obstante, estamos lejos de creer que estas buenas noticias relativas pueden representar el éxito de un proceso. El aumento de los y las estudiantes en nivel insuficiente en matemática, los bajos puntajes sostenidos en lenguaje hace más de una década y que las brechas de género y socioeconómicas sigan impactando el aprendizaje, son deudas que el sistema educativo tiene para con todos los niños, niñas y jóvenes del país.

Por ello, consideramos que un buen punto de partida está en reconocer que las políticas educativas del último año han empujado mejoras en la dirección correcta y que es necesario seguir avanzando con más fuerza aún hacia la generación de respuestas que nos permitan desarrollar un sistema que proteja las trayectorias educativas y que como Observatorio reiteramos enfáticamente: “No ha tenido mejoras en torno a los aprendizajes en por lo menos una década”.

Desde esta perspectiva, debemos también reconocer con mucha fuerza que, para mejorar los resultados académicos, es necesario trabajar colaborativamente para instalar una cultura educativa que reconozca: 1) la diversidad de los estudiantes; 2), la necesidad de trabajar fuertemente la relación entre aprendizaje y desarrollo personal y social de nuestros niños, niñas y jóvenes; y 3) la importancia de reconocer las buenas prácticas de aquellos establecimientos que hoy marcan la pauta de cómo abordar desde la excelencia, los desafíos educativos del Siglo XXI en Chile.

 

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