Carta al director | La Segunda 25 de julio
Una vez más estamos frente a noticias que confirman la necesidad de contar con una Educación en Afectividad y Sexualidad Integral (EASI) en espacios escolares; contingencia que se condice con datos: Un informe de la PDI (2020) evidencia que un 51% de las víctimas de abuso sexual infantil son agredidas por algún familiar.
La condena a Eduardo Macaya, y la defensa de su hijo senador aludiendo a que “fue grabado (abusando) sin su consentimiento”, son prueba de que, lamentablemente, no todas las familias constituyen espacios seguros para NNA, como aseguran algunos detractores de la EASI.
Esto, desafortunadamente, es un buen ejemplo de la necesidad de una educación que no solo enseñe a nombrar y reconocer el abuso y la violencia a las potenciales víctimas, sino que también corrija lo que los potenciales abusadores han aprendido acerca de la masculinidad para llegar a pensar que se puede considerar a las niñas y mujeres como objeto de abuso y violencia sexual. Vulneraciones de este tipo pueden ser anticipadas con una educación que asuma, seriamente, la integridad de NNA.
El camino más adecuado para el resguardo y protección de NNA es y será la educación, que en el caso de la EASI, siempre ha sido pensada como un proyecto fundado en evidencia científica y con contenidos pertinentes a las edades de las y los estudiantes. Es así como la discusión debiera centrarse en cómo asegurar trayectorias educativas sanas para NNA, más allá del miedo que provoca el contenido de un programa de educación sexual que es materia de especialistas en el área.
Claudia Matus Cánovas
Facultad de Educación UC
Centro de Justicia Educacional